domingo, 9 de noviembre de 2008

El propósito de este blog: Comunicarnos - Reaprender


- Soy docente, pero no ejerzo en ningún colegio... -es mi respuesta obligada cuando preguntan mi profesión.
Y entonces llega la re-pregunta: “- ¿Por qué?”. O la re-respuesta (totalmente desacertada):

- "Claro, hoy en día, aguantar a los chicos es difícil...”.
Y no, no tiene nada que ver con los chicos. Sí. Acepto que estén más rebeldes, cuestionadores, violentos, que en anteriores generaciones. También es evidente que nosotros, los adultos, no estamos “haciendo las cosas bien” (y no es sólo una cuestión de límites).
No soy maestra porque entiendo más el malestar, la abulia, el desgano y el rebelarse de los chicos, que al viejo sistema educativo reformado, re-reformado y lleno de remiendos (“prestados” de sistemas educativos que funcionaron -o no- en otros países). Entiendo más los cortos tiempos de atención de los chicos (relacionados con un mundo atiborrado de mensajes audiovisuales que nosotros, los adultos, fabricamos), que a la estructura educativa, a veces absurda, en un mundo roto, fragmentado, desestructurado, y con pocas posibilidades de reconstruirse si no elegimos cuidadosamente los “elementos”, los valores con los cuales restaurarlo (hacerlo, y no “decirlo”, para quedarnos luego impasibles en las palabras). Entiendo más la abulia de los chicos, que el “intentar hacer” de todos los que somos protagonistas de este sistema educativo, que trabajamos desde la teoría, sin escuchar ni respetar al alumno como persona.
Hagamos una mirada “hacia adentro”... hacia nuestro propio interior, y busquemos (con objetividad y sin sentirnos movidos a justificarnos) qué es lo que estamos “haciendo mal”. No tengamos la soberbia de no querer verlo.
¿Vieron la película “Patch Adams”? Si no lo hicieron, se las recomiendo. Véanla una y otra vez. Hagan un paralelo entre lo que ocurre en ese film con la medicina y lo que ocurre (al menos en Argentina) con la docencia. ¿Sabemos o hacemos? ¿Damos o pedimos? ¿Pedimos o exigimos? ¿Hablamos, escuchamos, nos damos tiempos, o estamos siempre corriendo porque así son las exigencias? ¿Es muy idealista lo que digo? Y sí, pero también es muy realista. En el camino hacia el ideal alcanzamos la excelencia. ¿Se preguntaron alguna vez por el significado de “la excelencia” en el trabajo docente? Para mí, sería poner todo (el amor, el conocimiento, la alegría, el cuidado, el respeto por las individualidades... todo) en nuestra “cartera” y llevarlo al colegio. Prepararnos cada mañana con la misma emoción con que iríamos a una cita el sábado... Y sí... Ya sé que no es lo mismo, que tenés mil obligaciones, que a veces los chicos “te vuelven loca”, que... no importa. Olvidate de eso por un rato. Comencemos por dar el primer paso en la búsqueda del cambio.
Con ese fin quisiera que este blog se transformara en un intercambio de ideas, de broncas, de propuestas, de confidencias, de exteriorizaciones de la impotencia impuesta, de caminos alternativos, de todo lo que se nos ocurra... y todo lo que nos ocurra.
Hay algo que no aclaré antes: yo, a pesar de todo, continúo ejerciendo la docencia, pero desde “afuera del sistema”: trabajo como maestra de apoyo escolar a domicilio, ayudando a chicos de entre seis y doce años con problemas escolares de todo tipo. A lo largo del tiempo, hablé (más corazón a corazón que cara a cara) con mis alumnos (de a uno, no en una clase de veinte o veintiocho). Escuché razones, tristezas, esperanzas y decepciones de chicos y familias enteras de todo tipo y condición social. Puedo dar clarísimos ejemplos de que en el torbellino de impaciencias que es el mundo de hoy, a los chicos no se los escucha ni se los respeta como personas. Les exigimos que se conviertan en “adultos en miniatura”, y nos enojamos cuando nos cuestionan como si fueran adultos.
No te conformes con la explicación “de la falta de límites” o “la violencia social que sufren los chicos de hoy en día” o “el exceso de horas frente a la computadora o la TV”. Eso es muy cierto, pero demasiado generalizado, demasiado “global”. Y contra eso es poco lo que podés hacer, o aportar. Buscá más allá. Fijá la vista en el bosque y en el árbol a la vez. En el grado, en el chico y en la familia. Pero con una mirada piadosa. Todos tenemos nuestras razones. Seamos tolerantes con las razones ajenas, tan válidas como las propias. Empujemos juntos al auto que no arranca, sin importarnos determinar quién lo necesita.
Yo, por mi parte, iré subiendo al blog ejemplos cotidianos, frases, material de ayuda (¿Se informaron alguna vez sobre los “niños índigo” o “niños cristal”? ¿Leyeron alguna vez a Osho?) Aquí lo haremos juntos.
Esta es mi propuesta.
Espero tu respuesta.
De corazón a corazón.
Hasta muy pronto.

1 comentario:

Maestra Ciruela dijo...

Carlos: Qué lindo esto de no encontrarse tan solo en medio de este desafío que es la educación!!!
A veces, pensar de esta manera me ha llevado a discusiones en las que termino pensando que soy demasiado ingenua y creo todavía en las utopías, que soy una tonta que cree en la magia, los sueños y la enseñanza a través del amor y de valorar los potenciales de cada uno, que estoy loca por creer en esto en medio del mundo en que vivimos, pero... siempre termino pensando que vale la pena!!!
Por supuesto que visitaré tu blog y leeré tu libro. No te prometo que sea pronto, por toda la actividad que tengo en esta etapa del año, pero seguro que lo leeré... Gracias!!!!
Continuemos juntos por el camino más difícil, pero más rico, y el único que nos lleva a aquel lugar donde vale la pena llegar: un mundo mejor...