lunes, 1 de octubre de 2012

TDA/H - Trastorno por déficit de Atención (con o sin hiperactividad)

El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad afecta al 5 ó 6% de la población escolar.
Es provocado por una alteración neurobiológica (no se debe a causas psicológicas) y se manifiesta, principalmente a través de la conducta. Por este motivo, el diagnóstico es clínico, se realiza a través de la observación de la conducta del niño.
 Se caracteriza por:
 • Desatención
• Hiperactividad / Impulsividad
(Puede reunir los tres síntomas, predominar la desatención, o predominar la hiperactividad y la impulsividad). Afecta al CONTROL EJECUTIVO del cerebro (FUNCIONES EJECUTIVAS), y debido a esto, el niño con TDA/H presenta dificultades para:
• Controlar su comportamiento hacia un objetivo previamente determinado (o encadenar acciones con un criterio para llegar a un fin).
• Pensar antes de actuar.
• Aprender de experiencias pasadas.
• Reducir la actividad motora cuando la tarea lo exige.
• Prestar atención(o sostenerla).
• Seguir instrucciones.
• Planificar y organizarse ante una tarea.
• Mantener amigos (especialmente en actividades pautadas o regladas).
Los niños que padecen este síndrome suelen tener un rendimiento escolar inferior al que les correspondería por su capacidad intelectual: pueden tener un coeficiente intelectual dentro de la media, pero al no poder mantener su atención, presentar dificultades para seguir instrucciones y cumplir pautas, no poder planificar y organizar, suelen recibir más retos y castigos, el 30% repite por lo menos un grado escolar y, debido a su desatención (sumada a la tendencia a actuar antes de pensar), son más propensos a sufrir accidentes que los niños sin TDA/H.
Por todo esto expuesto, es frecuente que desarrollen problemas de conducta que complican su vida social, sus relaciones con los adultos que los rodean (padres, maestros) y pares, así como trastornos depresivos o de ansiedad.
 La hiperactividad suele observarse desde una edad temprana, estos niños son muy inquietos desde que comienzan a caminar, están en constante movimiento y parecen inagotables. A medida que crecen se ve claramente su dificultad para acomodar su actividad motriz a las exigencias del ambiente, les cuesta permanecer sentados cuando la situación lo requiere, se remueven en su asiento y se levantan a cada rato hasta que son reprendidos por sus padres o maestros, para volver a hacer lo mismo después como si no pudiesen registrar las exigencias normativas del ambiente.
 La impulsividad hace que estos niños parezcan atropellados e impacientes, les cuesta esperar su turno en juegos o situaciones grupales, quieren todo ya, son muy insistentes e interrumpen las actividades de los demás como si quisieran ser siempre el centro de atención (aún "atropellan" verbalmente, sin poder escuchar al otro).
En cuanto al déficit de atención, los maestros notan que el niño se distrae mucho en clase y deja incompletas las tareas. En el hogar, muchas veces dan la impresión de no escuchar cuando se les habla y hay que repetirles varias veces las cosas para que las hagan.
Tienden a evitar las actividades que requieren un esfuerzo de atención, cometen errores por descuido y suelen dejarlas sin terminar.
Hay que estar a su lado para que hagan la tarea escolar y son olvidadizos, es frecuente que pierdan útiles y no sepan dónde dejaron sus cosas, ni qué hay que llevar al colegio al día siguiente.
Todas estas características se atenúan tanto cuando el niño se halla en una situación novedosa, o que lo motiva fuertemente y/o cuando recibe atención exclusiva. De manera inversa, se potencian y manifiestan más claramente frente a situaciones más rutinarias o en las que se requiere más perseverancia y autocontrol. Actualmente se considera que el Déficit de Atención con Hiperactividad está relacionado con una falta de balance en la producción cerebral de dos neurotransmisores: Dopamina y Noradrenalina. Estudios de metabolismo cerebral realizados sobre pacientes con este trastorno evidenciaron una menor actividad metabólica especialmente en la base de la corteza cerebral frontal, esta zona está relacionada con el control de los impulsos y la persistencia atencional. Si bien no se sabe con certeza la causa de esta falta de balance neuroquímico, existe considerable evidencia que la herencia juega un papel preponderante.
Ni las técnicas de crianza, ni los conflictos emocionales del niño o de sus padres son causales de TDA/H. (Este trastorno tiene una base BIOLÓGICA, no psicológica). Sin embargo, la manera que el niño se sienta aceptado o rechazado, estimulado o criticado, va a determinar su autoestima y sus posibilidades de desarrollar habilidades que le permitan compensar sus dificultades. Hasta hace pocos años, erróneamente, se creía que este problema se superaba espontáneamente en la adolescencia. Hoy en día, a partir de los estudios de seguimiento a largo plazo de grandes grupos de pacientes, realizados en Estados Unidos y Canadá, se observa que aunque la hiperactividad motriz disminuye, la impulsividad y el déficit atencional permanecen en el 60% de los casos a lo largo de toda la vida. En la vida adulta estos pacientes refieren tener muchos problemas interpersonales, inestabilidad laboral y afectiva, debido a los cambios frecuentes en su estado de ánimo, a su tendencia a perder el control fácilmente y a las dificultades que tienen para organizarse en sus actividades.
Para arribar al diagnóstico de este trastorno se requiere una minuciosa evaluación de la conducta del niño en los distintos ámbitos en los que se desenvuelve, así como de la historia de cada uno de sus síntomas, y cómo inciden éstos en su vida familiar y escolar. Es importante descartar que los síntomas de distracción no se deban a trastornos sensoriales (problemas de vista u oído), problemas respiratorios que interfieran con un descanso nocturno adecuado, descartar la presencia de depresión o ansiedad excesiva También es importante obtener una estimación del nivel madurativo del niño (en lo intelectual, social y emocional).
El electroencefalograma no tiene utilidad para diagnosticar el TDA/H. El diagnóstico es clínico, ya que no existen estudios de laboratorio para detectarlo. Requiere de un profesional idóneo que sepa hacer las preguntas pertinentes de manera de poder obtener información relevante. La evaluación neuropsicológica es fundamental para definir el tipo de tratamiento adecuado.
 En el caso de los docentes, además de ser fundamental mantener contacto permanente con el neuropsicólogo y la familia, hay ciertas pautas en la metodología de trabajo que ayudan al niño en su rendimiento escolar (incluso si aún estamos a la espera del diagnóstico, y aunque no estemos seguros de que el niño presenta TDA/H, estas pautas son de ayuda para todos los niños que presenten estas características).
La premisa de la que debemos partir es "convertir el aula en una "ritalina" pedagógica".
En el trabajo con un alumno del que sospechemos o tengamos la certeza que padece TDA/H, es importante tener en cuenta las siguientes pautas:
• Establecer el perfil neuropsicológico del niño, conocer sus puntos fuertes y débiles, y captar qué tiene de positivo.
• Trabajar con consignas breves, claras y concisas (una acción a realizar por consigna y una tarea a la vez).
(Esta prueba consiste en un texto que ofrece diferentes situaciones problemáticas, trabajo con numeración y cálculos. En los niños que presentan TDA/H es conveniente un ítem por cada situación problemática (también al alumno ofrecérselos de a uno) y evaluar las tres cosas por separado: por un lado: ¿Sabe el valor posicional de los números? (En este caso, el alumno tiene algunos números escritos correctamente, sin embargo, su nota fue 1... Cuando se confunde: ¿es porque no lo sabe o porque le resulta demasiada información junta en una fotocopia borrosa?); por otro lado: ¿Sabe hacer cálculos, sabe estimar, necesita hacer cuentas, los resuelve en lo concreto, hace "palitos", cuenta con los dedos?); y finalmente: ¿sabe qué cuenta utilizar para resolver una situación problemática dada? (y en esto, si se presentan todas las situaciones juntas, es evidente que ni pudo intentar resolverlas, aún cuando es capaz de hacerlo en una tarea en la que se da un único problema o si se lo va guiando oralmente). 

• Trabajar con fotocopias (letra clara y amplia)

(En este trabajo práctico, la fotocopia es borrosa (en partes no puede leerse), se ve que el niño intenta remarcar lo que no ve bien, pero su letra es más grande, no puede adaptarla y termina por desistir). 

• Si tiene que completar actividades en la fotocopia, dejarle para hacerlo espacios excesivamente amplios, que le resulten cómodos para trabajar, y permitirle resolver en lápiz si lo necesita (para evitar la complicación del "borrado" o el remarcado).


(En esta prueba, se observa la dificultad del alumno inclusive para escribir la fecha o su nombre, debido a que "no puede" escribirlo en el espacio que la docente le dejó para tal fin (para él, ese espacio es pequeño, y es una complicación que lo va a mantener centrado en eso). La misma complicación se le presenta cuando tiene que graficar fracciones. También es una "traba" para él que la docente presente la evaluación escrita en cursiva, porque al tratar de comprender la letra de su maestra, pierde concentración en lo que está leyendo (es decir, poner toda su atención en entender qué dice disminuye su comprensión lectora).

  • Permitirle trabajar en lápiz si lo necesita (para evitarle la complicación del borrado o el remarcado)
  • Que la presencia del adulto sea constante (guiarlo y acompañarlo en el paso a paso). El niño con TDA/H fracasa frente al método constructivista si se lo deja absolutamente solo. 
  • Tener bien en claro qué se desea lograr en el niño, qué se espera que él logre ("qué hago" y "para qué lo hago").
  • Repetición y ejercicio (para que adquiera la habilidad de resolver ciertas situaciones, necesitan repetirlas y ejercitarlas, muchas veces. Además, cuando se logra la "automatización" de ciertas acciones le permite centrar su atención en la resolución).
  • Ambiente físico estable, sin distractores; y rutinas que lo ayuden a saber "qué viene después" y "cuánto falta para...".
  • Motivación: Juegos, cuentos, música, T.I.C.
  • Respetar el tiempo de atención del niño.
  • Mantener el contacto visual.
  • Determinar sus ciclos de atención para saber cuál es el mejor momento para enseñar.
  • Evaluar constantemente nuestra labor docente y mantener permanente contacto con la familia y el neuropsicólogo o profesional que trabaja con el niño.
  • Buscar un "aliado pedagógico" en el aula (compañero con características opuestas y complementarias) y en la familia (recordando que uno o ambos padres y/o hermanos pueden padecer el mismo trastorno).
Finalmente, recordemos siempre que el aprendizaje debe darse en un ambiente relajado, y alegre... Exigir del alumno más de lo que puede dar es quitarle las ganas de lo que sí puede, bajar el nivel de lo que se enseña, o adaptar contenidos sólo porque nos parece "que no va a poder" es limitarlo... 
Acompañemos, preguntémonos cada día qué es lo que a nuestros alumnos les sirve para la vida, para crecer como seres íntegros y felices, observemos continuamente cuál es la forma de aprender de cada uno y qué herramientas los ayudarán a alcanzar sus metas en el futuro... y por sobre todo, tengamos la humildad de escuchar y aprender nosotros ante cada situación...